Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano

José Cobo, obispo Auxiliar de Madrid, expresa sus impresiones sobre la carta que el Papa Francisco envió a los movimientos populares. Respondiendo a los cuestionamientos afirma, recuperando la idea de que la humanidad es una sola, que “todos estamos en la misma barca” y que lo que hace avanzar esa barca es la solidaridad, la esperanza y la vida en comunidad. De esta manera pone en evidencia otros elementos de la vida social que a veces son invisibilizados. A continuación la entrevista.

 ¿Cuáles son sus impresiones sobre la carta que el Papa Francisco dirigió el pasado domingo de Resurrección a los movimientos populares?

JC: Agradecemos la mirada del papa ante la situación por la que pasamos. Evidentemente nos ayuda a situarnos en la realidad y a hacer un diagnóstico autentico desde las claves pascuales que nos ofrece el Evangelio vivido en el hoy.

No podemos negar que el tiempo de angustia por el que pasamos nos puede llevar al desánimo o al pesimismo. Pero desde el enfoque pascual se nos recuerda que podemos mirar a lo que ya tenemos: esta misma barca en la que juntos navegamos y que rema a ritmo de la solidaridad, de la esperanza y de la vida en comunidad.

Esta carta es un aliento para mirar al horizonte, para preparar la salida a esta situación de crisis. Muchos querrán salir como si no hubiese pasado nada o con el “piloto automático”. Francisco nos plantea unas claves realistas para ir adelante y que agradecemos nos subraye: la lucha por el bien común y el desarrollo humano integral. Esos serán los parámetros.

Pero es una carta para concretar. Nos lanza a la lucha por las tres “tes”, como gráficamente nos empuja a defender y nos pone como tareas: luchar por la tierra, el techo y el trabajo. Son las concreciones de la justicia social que él tanto ha dialogado y acogido en multitud de encuentros con trabajadores y movimientos sociales.

En este deseo de concretar en este momento crítico de la humanidad, agradecemos al Papa que nos lance a vivir este momento como una oportunidad. Sí, es un tiempo de aprender y dar pasos adelante. Pero pasos de conversión humanista y ecológica.  Este es el camino a discurrir como cauce de transformación. Si salimos por otros derroteros volveremos a donde estábamos.  

Pero si la salida es humana, esto es, no solo económica, podremos tener la oportunidad de poner a las personas en el centro y su dignidad como horizonte.  Para ello se nos ofrece la urgencia de repensar y regenerar nuestra forma de consumir, de gestionar y situarnos en el mundo.

Y no solo veo que el papa ofrezca líneas. Como siempre nos ofrece una hoja de ruta. La salida de estos momentos solo se hará desde los más vulnerables y contando con ellos. Si de nuevo son descartados, perderemos la posibilidad de poner la dignidad humana en el centro de nuestra salida de una crisis mundial. Por eso fija la mirada en los trabajadores, y en los más pobres especialmente.  Ellos han sido excluidos de los beneficios del sistema en el que vivimos, pero ahora cargan con todos los inconvenientes.  Si son solidarios en las cargas y pesares de esta crisis, ¿no es tiempo de pensar que han de ser parte de la solución global? ¿no será necesario, desde la justicia social, ponerlos en el centro de atención para salir de esta como seres humanos que reman juntos hacia el bien común?

Aquí salta lo concreto: aparece el salario universal como primer paso para comenzar a elaborar esta dignificación. Es toda una concreción, lúcida y operativa, para comenzar, tenido en cuenta el valor dignificante del trabajo en la construcción de toda sociedad.

Nos pone una causa para remar juntos y converger en estos momentos. No es cuestión solo de trabajo, es cuestión de reconstrucción y regeneración de la dignidad de la sociedad.

Para hacer realidad lo que el Papa propone, ¿qué camino deben construir las iglesias, en particular la española?

JC: En la Iglesia española este discurso nos plantea tareas concretas, a mi juicio:

a-La primera es de acogida. No solo del titular o lo externo, sino de las pistas profundas. Si acogemos la carta, se nos llama a comenzar de forma distinta a como hasta ahora hemos vivido, haciendo de la dignidad y el valor de las personas el nervio de actuación, por encima de volver a lo de siempre, como si nada hubiera pasado.

Esto supondrá impulsar reflexiones en todos los estamentos eclesiales para tomar conciencia de la oportunidad de conversión ecológica y humanista que afrontamos.  Una conversión necesita tiempo y medios. Tendremos que desplegar cauces para leer la realidad desde los ojos de la fe.

 b-Con esto se nos abre el reto de ayudar a las fuerzas sociales a, desde el horizonte del bien común, acordar mecanismos para consolidar el salario universal que dignifique a las personas y ayude a la supervivencia de tantas familias.

 c-Por otro lado, nos implica a potenciar en todos los niveles la importancia de atender los problemas reales de las personas La nueva etapa a la que se nos convoca no solo necesita filantropía. Necesitamos generar equipos de reflexión trasversales, de trabajo por proyectos y no solo por los departamentos de siempre, pues estos tienden a encerrarse en lo de siempre y en sus competencias.   Estos proyectos nos tendrían que ofrecer la posibilidad de afrontar y revisar cómo, en cada espacio de la Iglesia, acogemos este cambio bajo el estandarte que se nos da del cuidado, el curar y el compartir.

Sabemos que esto suele dejarse en manos de los organismos encargados de la acción social.

Creo que una tentación es revisar cómo “damos” cosas o ayudas solamente. Lo que se propone es hacer revisión de nuestras acciones como Iglesia después de esta pandemia. Es, a mi juicio, un reto a revisarnos sobre cómo estamos ejerciendo el desarrollo humano en cada espacio de la vida eclesial. Preguntarnos cómo podemos curar, cuidar y vivir la solidaridad, desde la liturgia, desde la catequesis, desde la forma de organizarnos, predicar o lanzar campañas de sensibilización. En definitiva, se nos llama a diseñar medios para repensar cómo lo hacemos en nuestra forma de estar presentes en la sociedad como sacramento de salvación desde estas aportaciones.

d– El Papa nos ofrece a los trabajadores como primera realidad a enfocar en la Iglesia para la salida a esta gran crisis.

Aparece una magnífica oportunidad para plantearnos el puesto que tiene el trabajo en la vida de fe, en cada catequesis o acción de la Iglesia, y analizar si ayudamos a leerlo desde la Doctrina Social de la iglesia.  Quizá una oportunidad para revitalizar un aspecto que hasta ahora, aunque presente, puede parecer un poco dormido.

Y al tiempo para poner a la vista de todos no solo cómo acompañamos a parados y excluidos del mundo laboral, sino a cómo acompañamos a los trabajadores en general, y en particular a los trabajadores pobres y precarios de nuestros entornos.

El Papa se pone a la cabeza para que articulemos medios para darles la mano. No solo para ofrecerles cosas o ayudas puntuales, sino para ser su voz, reivindicar con ellos su presencia y su puesto en la salida de una situación crítica.

 e- Otro reto será el preguntarnos cómo afrontamos en la vida de la iglesia el tema del trabajo digno.  No se trata solo si se “cumplen las campañas, sino si su dolor se ha fijado en nuestro corazón y si luchamos en cada espacio eclesial (es el verbo que utiliza el Papa) por que tengan el puesto digno que merecen.

Eso supone esfuerzos y medios por acompañar a las personas y colaborar con ellas para que vivan de forma nueva. Y así ayudar a afrontar el trabajo y nuevas formas laborales con creatividad para que expresen esta realidad por la que juntos apostamos. No saldremos de esta sin los que padecen esta situación como sujetos de su propio cambio.

Creo que todo cambiará. Parece evidente. Agradezco al Santo Padre que nos de pistas para abordar en responsabilidad evangélica este periodo y que haya fijado esta primera piedra en la lucha por el trabajo digno y por el propiciar un pacto donde el salario universal se dignifique.